Decir las cosas como son, versión anti Progre

Siempre he escuchado gente, que se jacta de “decir las cosas como son”. Sienten el orgullo verde del ciclista y la santísima trinidad del vegano. Decir tiene que ver con señalar o expresar.

Las generaciones de hoy, se formaron en el decir, desde la TV nos llego como regalo el primer realitie chileno “protagonistas de la fama”, donde un grupo de jóvenes comparten el encierro, y en este contextos con diferentes matices, vivencias, emociones y roles, muestran o intentan mostrar, lo mejor de cada uno.

Resultado un exaltado llamado al rating por medio del morbo generado  por “el cara a cara”.

Que más satisfactorio que ver al humillado, o al que nos cae mal, en el suelo, siendo escupido por la verborrea de quien tiene la palabra, el micrófono y la sátira necesaria para conectar con ese público y potenciar mensajes de desprecio avalados por el rating.

Nace de esta forma, a pesar de las críticas más conservadoras, un nuevo estilo de decir las cosas. El que piense que la TV no tiene y no ha tenido ninguna influencia en marcar las tendencias y estilos de los más jóvenes está muy equivocado, no por ignorantes si no por guardar un cinismo ideológico.

El cinismo ideológico es cuando algo que sabes que resulta para tus propios intereses, prefieres que no sea regulado, pues afectaría tu propaganda, pero si la propaganda es opuesta a tus intereses, por ejemplo, algo muy conservador en TV, sí te molesta, pues busca influenciar. Es decir contradicción de principios.

La contradicción de principios, no tiene importancia para esta generación de jóvenes que siempre tiene la razón. Pues la base de su formación es la autocompasión, victimización y bajo esfuerzo, Recuerde el esfuerzo esta “sobrevalorado” según muchos de ellos, que igualmente quieren disfrutar de los resultados de quien se esfuerza mucho y sacrifica más.

“Decir las cosas como son” debiera implicar la virtud de la sinceridad, pero ésta en exceso implica ser imprudente. De esta manera, el equilibrio no existe, da lo mismo ser sincero y prudente a la vez, pues el “chileno común” que se apasiona con la trivialidad del fútbol, pero nada de algún libro, no le importa el origen de las cosas, pues tan solo importa cómo se siente con algo. Por eso la frustración debiera ser tratada con profesionalismo y dedicación, y no con una cultura del entretenimiento hedonista y abrumador consumo, pues de esta forma difícilmente tendremos generaciones que apuesten por el futuro de una forma llena de virtudes que nos ayuden a ser “más sustentables”.

El poder del consumidor, educación en consumo.
Por una sociedad de consumo más justa.